Tratar de la  reconciliación y del perdón es referirse a una hermosa tarea,cargada de responsabilidad y deseos de bien y de paz, con los que siempre,nos encontramos en deuda. Si miramos nuestra historia, existen muchas situaciones personales y colectivas de perdón dado o de perdón recibido. Hay muchas formas de expresarlo y realizarlo y muchas intensidades en  Vivirlo.    Se puede afirmar que así como un matrimonio descubre su sinsentido en la historia de sufrimiento, que engendra el egoísmo, el corazón endurecido (cfr.Mt 19,8) y la injusticia y conduce a la división y el conflicto, de igual modo encuentra su sentido en la historia del perdón y la reconciliación, que conduce a la paz interior y exterior, a la convivencia tolerante y pacífica.

Por eso, uno de los más bellos ministerios que se ha encomendado a la pastoral Familiar, a los presbíteros y agentes de pastoral, y, a todos los miembros de la comunidad cristiana es precisamente el de la reconciliación.   En cada confesión sacramental, en cada ceremonia de reconciliación y sanación interior que tenemos en los grupos y comunidades de parejas, en cada asesoría familiar o cuando escuchamos o aconsejamos a alguna pareja en dificultades, resuena la palabra de San Pablo.

Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nuestros labios la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores, como si Dios exhortara Por medio de nosotros. En nombre de Cristo les suplicamos: ¡reconcíliense con Dios!(2"Co5,19-20)

El cristiano sostiene que Cristo es el único camino real de reconciliación, porque en El ya se ha realizado, por su muerte y por su cruz, de modo único e

irrepetible,  la reconciliación a la que  aspiramos.  No puede haber reconciliación con uno mismo, con la pareja y los demás, si no hay reconciliación con Dios y viceversa.

 

Tomado del libro "La Espiritualidad Conyugal en Perspectiva Latinoamericana" a la luz del Magisterio Conciliar y Pontificio más reciente.

Autor: P. Raúl N. Téllez V. CJM

 


No solo parejas, también familias!