Santos en Pareja, en Familia y en Comunidad (1ª. Parte)

GAUDETE ET EXSULTATE – ALEGRAOS Y REGOCIJAOS (Mt 5,12): “Sobre la llamada a la santidad en el mundo actual” del Papa Francisco.

Hay un hecho eclesial de gran importancia para todos, que no quisiera pasar desapercibido para la Pastoral Familiar y la Comunidad Matrimonial Alegría: es el gran regalo la tercera Exhortación Apostólica del Papa Francisco, presentada el pasado 9 de abril, denominada Gaudete et Exsultate, y que lleva como subtítulo: “Sobre el llamado a la santidad en el mundo actual”. 

La exhortación no pretende ser un tratado sobre la santidad. Su humilde objetivo en los cinco capítulos y sus 42 páginas en su versión en español, es “hacer resonar una vez más el llamado a la santidad en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades”.

El Papa Francisco inicia con una fuerte invitación: “Dios nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada”. (n.1).

Lo primero que se nos ocurre al pensar en tema de la santidad es referirnos solo a las personas ya beatificadas o canonizadas. El Papa aclara que “el Espíritu Santo derrama santidad por todas partes”. El modo de actuar de Dios en la historia de la salvación es salvar a todo un pueblo.  “nadie se salva solo, como individuo asilado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana: Dios quiso entrar en una dinámica popular, en la dinámica de un pueblo” (n. 6).

Al Papa le gusta ver la santidad hecha realidad en el pueblo de Dios paciente y los expresa bellamente:  “a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan por llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo” (n. 7).  Se refiere a la santidad “de la puerta de al lado”, de aquellos que viven cerca de nosotros y son reflejo de la presencia de Dios y los ubica como: “la clase media de la santidad”.

De una manera equivocada hemos creído que la santidad es solo para sacerdotes, obispos, religiosas o religiosos porque tienen tanto tiempo para la oración. El Papa nos da una clave de santidad:  “Todos estamos llamado a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra.. ¿Estás casado?  Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia en tu trabajo al servicio de los hermanos.  ¿Eres padre, abuela o abuelo?  Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales. (n.14).

El origen de la santidad es la gracia del sacramento del Bautismo con el cual hemos iniciado un camino de santidad que nos lleva a que “todo este abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez.  No te desalientes porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida (cf. Ga 5,22-23)”.  Puede venir la tentación de enredarnos con nuestra debilidad humana.  ¿Qué hacer?  El Papa nos da la sugerencia de levantar los ojos al Crucificado y decirle: “Señor, soy un pobrecillo, pero tú puedes realizar el milagro de hacerme un poco mejor”.  Nos recuerda que en la Iglesia, santa y compuesta de pecadores, encontramos todo lo que necesitamos para crecer en la santidad: “dones con la Palabra, los sacramentos, los santuarios, la vida de las comunidades, el testimonio de su santos, y una múltiple belleza que procede del amor de Señor, como ‘novia que se adorna con sus joyas’. (Is 61, 10). 

EL Papa Francisco nos propone una santidad vivida en pequeños gestos (n. 16):  

-Una señora va al mercado a hacer compras, encuentra una vecina y comienza a hablar, y vienen las críticas. Pero esta mujer dice en su interior: “No, no hablaré mal de nadie”. Este es un paso en la santidad.  

-Luego, en su casa, su hijo le pide conversar acerca de sus fantasías, y aunque esté cansada se sienta su lado y escucha con paciencia y afecto. Esta es una ofrenda que santifica.

-Luego, vive un momento de angustia, pero recuerda el amor de la Virgen María, toma el rosario y reza con fe.  Este es otro camino de santidad.

-Luego va por la calle, encuentra a un pobre y se detiene a conversar con él con cariño. Ese es otro paso.     

  Existen desafíos mayores en la vida de las personas que nos exigen nuevas conversiones de vida, pero también a veces lo que necesitamos es una inspiración para hacer de manera más perfecta lo que ya hacemos.  Nos propone en testimonio del Cardenal Francisco Javier Nguyén van Thuan que estuvo en la cárcel en un país comunista por más de 10 años.  En lugar de desgastarse pensado cuándo lo liberarían, su opción fue. “Aprovecho las ocasiones que se presentan cada día para realizar acciones ordinarias de manera extraordinaria” (n.17).

La conclusión de esta primera parte es ir construyendo esa figura de la santidad que Dios quiere no como seres autosuficientes sino “como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios”. (1 Pe 4,10).  Nos propone una declaración de los obispos de Nueva Zelanda que afirman que es posible amar con el amor incondicional del Señor, porque el Resucitado comparte su vida poderosa con nuestras frágiles vidas:

“Su amor no tiene límites y una vez dado nunca se echó atrás.  Fue incondicional y permaneció fiel.  Amar así no es fácil porque muchas veces somos tan débiles. Pero precisamente para tratar de amar como Cristo nos amó, Cristo comparte su propia vida resucitada con nosotros.  De esta manera, nuestras vidas demuestran su poder en acción, incluso en medio de la debilidad humana” (n. 18).   

Qué bueno sería que pudiéramos leer y discernir en nuestras familias y pequeñas comunidades estas claves de un camino de santidad en el mundo actual. En este itinerario hacia el próximo Pentecostés, pidamos que el Espíritu Santo infunda en nosotros ese intenso anhelo de ser santos para la mayor gloria de Dios y animémonos unos a otros en este intento. “Así compartiremos una felicidad que el mundo no nos podrá quitar” (GE n. 177).

Los confío a todos ustedes a los corazones amantes de Jesús y de María.

P. Raúl Téllez V. CJM

Director Pastoral Familiar Minuto de Dios
rtellezv@hotmail.com


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